El COVID trajo aislamiento pero al mismo tiempo una
posibilidad de apertura a otras realidades y a manifestaciones artísticas y
culturales que, si no fueran gracias a las nuevas tecnologías, seguirían estando
muy lejanas. Hoy las distancias se acortaron, las fronteras se rompieron y las
paredes de las casas parecieran que se diluyeron gracias a otras maneras de
comunicarse. Muchas instituciones asumieron el compromiso de cambiar y
adaptarse a las nuevas necesidades.
Hace tan solo unos minutos terminé de participar como
asistente del espectáculo DE CUENTO EN CUENTOS con Carlos Rubio organizado por
la Biblioteca Nacional y la Universidad de Costa Rica. A la hora señalada Don
Carlos ingresó en la pantalla y creo un mundo ficcional maravilloso. Tres
regalos había obre una mesa, tres regalos que eran para él pero que,
paradójicamente, nos los regalo a todos. Gracias a cada una de esas cajas
pudimos ingresar al maravilloso mundo de los cuentos. Primero de la mano de un
guisante nos adentramos en el cuento de Andersen en el que se narra la historia
de esa princesa que no pudo dormir en toda la noche por la incomodidad de un
guisante que había debajo de veinte colchones y edredones. Fue una noche de
insomnio como podemos tener muchos de nosotros pero a ella le sirvió para
demostrar que era una princesa de verdad.
Luego fue el turno a una segunda caja que contenía una gran
nariz que sirvió como disparador para narrar el cuento “El grandioso pleito de
Ronco Rompenarices y Máximo Puñodoro” de Carlos Rubio. En este segundo momento
pudimos disfrutar de un cuento pero desde la voz de su autor, hecho que siempre
le da un mayor peso a la historia pues al ser el creador usó el tono justo en
cada momento. Un maravilloso texto de gran calidad que fue presentado con el
recurso del kamishibai o teatro de papel, propio de la cultura japonesa.
Para cerrar, la tercera de las cajas contenía un libro de la
gran Carmen Lyra. No podía ser para menos en este año de festejos en torno a su
Cuentos de mi tía Panchita que la
propia Lyra se hiciera presente en la historia de cierre. El cuento El regalo
de Chabela que narró Rubio permitió ingresar a un mundo en el que se unió lo
biográfico con lo ficcional. En el parque de Chapultepec, una Chabela cansada
que pensada “en el país que la esperaba” se encuentra con Tío Conejo que le
propone un viaje de regreso. Esa propuesta no es otra cosa que un maravilloso
recorrido por la literatura universal, de la que se vale Carlos Rubio como
conocedor de ella. Así hacen su aparición las botas de siete leguas de
Pulgarcito, la carroza de Cenicienta (cuento que a mi parecer – y el de Rubio
creo que también – es uno de los más maravillosos jamás creados), el barco de
oro del rey Midas y una alfombra voladora. Nada de esto la levanta a Carmen del
asiento de la plaza pero lo que ella hace es escribir con un lápiz en el aire
la palabra LIBERTAD que la guarda en algo tan sencillo como un pañuelo banco.
Pienso que tal vez al tomar cada uno de nosotros ese pañuelo, la palabra que
escribió en el aire cobre una nueva
materialidad.
Tres momentos distintos, tres historias diferentes pero
enclavadas en un marco muy shakesperiano de teatro dentro del teatro. La
genialidad de Carlos Rubio se hizo presente para hacernos pasar un hermoso
momento en el que alguien narró historias en voz alta como en el pasado.
Gracias por esas historias, gracias por esa voz. Gracias a
los organizadores por estos eventos que nos permiten conocer más de la cultura
de Casta Rica que no es otra que la gran cultura de nuestra gran América.
Buenos Aires, 10 de julio de 2020