Este texto constituye el capítulo 5 de
Literatura para no lectores. La literatura y el nivel inicial (2002) de Carlos
Silveyra, Col. Leer y escribir +, Rosario: Homo Sapiens Ediciones. Material extraído de la web.
«La práctica de la poesía da tal dimensión
a la lengua que pronto dejamos el
poema estéticamente aislado en la
actividad humana para entrar en una
globalidad en la cual se juega
el provenir del individuo y de la
sociedad.»
Michael Casem
No vamos a intentar una definición de poesía. Ni haremos un
estudio sobre sus orígenes y evolución. Baste con recordar ese tronco común
con el cuento, según opinan los investigadores especializados. Efectivamente,
como sostiene Georges Jean31, «En sus orígenes la poesía narra. No
se escribe. Constituye la memoria cultural de los hombres. Memoria, ya que se
trata de un discurso cuyo significante está organizado no sólo para ser
recitado y salmodiado, sino recordado».
Es decir que los poemas transmitían la cultura producida por
esa sociedad -toda la cultura, no sólo la literaria-, las más de las veces -
tal vez como recurso memorístico- asociadas con la música, con el canto. Es
decir que, en los inicios, la poesía nace asociada a contar y a cantar.
Partiremos, entonces, del hecho poético, del momento en que
oímos o leemos un poema, del entrechocarse de significados, del uso divergente
del lenguaje, del valor sonoro de las palabras, de las fantásticas puertas de
la fantasía que abre ese lenguaje singular.
De hecho, al planteamos esta postura inicial, estamos
oponiéndonos a la poesía subordinada a la unidad didáctica o al tema que
se está trabajando en la sala en ese momento. Esa función utilitaria de
la poesía sólo puede llevarmos a seleccionar textos cuya única similitud con
la poesía es no estar escritos hasta el final del renglón.
«La poesía no alude más que a sí misma, sopla donde quiere y es
preferible que no forme parte del temario sino del recreo, que se integre más
en el juego que en la instrucción.»32
Y también nos estamos oponiendo al poema infantilizado:
un buen poema para niños es, ante todo, un buen poema.
«El poeta no puede dejar de ser un ente ético; escribir poesía
infantil no es infantilizar la poesía. El infantilismo poético es un atentado
contra la belleza y contra la sensibilidad del niño».33
María Cristina Ramos, singular poeta argentina radicada en la
provincia del Neuquén, nos propone algunas reflexiones más que interesantes pedimos
disculpas por la extensión de la cita- pero su agudez la torna imprescindible.
«Tal vez la fugacidad sea una de las esencias que la poesía
comparte con los humanos. Ser apenas una sutil escama de luz y sombra, ceniza
luminosa que toca íntimamente y se diluye en el cosmos.
Tal vez ese carácter etéreo sea lo que le
confiere su presencia fugitiva, lo que hace que quienes la conocemos estemos
siempre buscándola, pidiendo su liana para atravesar las tempestades o los
incendios; desplegándola como alambrado luminoso entre nosotros y el ancho
mundo; parapetándonos en su libertad irrenunciable para defendemos de
prepotencias, en su desnudez para contrarrestar tanta máscara. (...)
Los
niños podrán tener el camino allanado. Están más cerca que nosotros de sus
ritmos personales, oyen todavía el tuntún cálido de la madre cuando están
dentro de su abrazo, disfrutan del color salvaje y del sabor nuevito de cada
palabra, se asoman sin historia sobre los significados.
Tienen la ventaja de echar mano de coplas y seguidillas, de
retahílas y romances cantados. Van poniendo ritmos y música a sus juegos, o a
los trabajos a que los obliga este primer mundo, y vuelven a encontrar a la Catalina sentada bajo el
laurel contemplando la frescura de las aguas al caer.
Así como no son ajenos a la crueldad de los tiempos tampoco lo
son al encantamiento de un poema medio dicho o medio cantado que se ha conservado
en la red colectiva de la memoria popular.
Los niños son hábiles para ir encontrando en la maraña del
bosque las migas de palabra luminosa que les suavicen el camino. Hasta un
determinado momento. Generalmente hasta que nosotros, los adultos, pavimentamos
toda esperanza de juego y revelación, de sorpresa y profundidad en nombre del
lenguaje informativo, o de/lenguaje de la publicidad o de cierta literatura
inmovilizante. Los niños, que saben disfrutar de la presencia desfachatada de
la poesía, pero suelen también tener la mala suerte de dar contra una de las
tantas épocas en que se decide no publicar poesía porque la poesía no se vende,
o porque los chicos prefieren otros géneros, como si alguna vez los dejáramos
elegir desde el conocimiento o la frecuentación. (...) La poesía puede ser un
juego infinito, un placer misterioso, un tintineo de alegría, un asomarse a la
música implícita de nuestra lengua y nuestra cultura. Pero puede ser también
un camino inevitable hacia la fecundación de la sensibilidad. Hacía recordar la
excepcionalidad y la dignidad de los seres humanos. Puede ser un flash que nos
ayude a encontrar en el fondo del tarro el orejón que supo ser un ser humano
con derechos, un rescoldito de luminosa existencia que puede cada día elegir,
optar, resistir y cambiar las tendencias destructivas de ciertos mundos. (...)
En este tiempo en que la conquista de otras lenguas se impone como deseable,
en que grandes ámbitos del conocimiento se despliegan, en que instrumentos
valiosísimos como la informática seducen con sus infinitas posibilidades, es
tiempo también de no negar ni renegar de la poesía. Vuelvo a decir, no
la tilinguería pintada de rosa, no la pseudoliteratura escrita como en verso
cuya vaciedad ofende la disposición para leer que puedan tener los lectores.
Hablo de la otra, aquella que recupera un sentido del mundo especial y
hondamente subjetivo, diferente de lo que puede proporcionar la literatura en
otros géneros. Aquella que queda resonando no sólo por su materialidad fónica
sino por la singular lucidez con que ilumina los instantes de la vida, los
bordes marginados, el prisma del mundo en la gota de agua. Esa que interactúa
con la sensibilidad de los chicos y los grandes para regalar no sólo placer,
sino la piedra de juego con la que abrirse a otra mirada de conocimiento y
reconocimiento de uno y otro y otro lado del nosotros.»34
Entramos ahora en el problema de la selección del material
poético para chicos.
Muchos poemas no concebidos para niños pueden ser disfrutados
debido a las características de aproximación de los chicos a este género. Y más
de un poema escrito ex profeso para niños determinó la antipatía que
muchos adultos sienten en la actualidad.
Para continuar con el asesinato de la poesía que muchas veces
se perpetró también desde las aulas, deberemos referimos a las adaptaciones y a
las fragmentaciones. Es preciso comprender que un poema, aunque brevísimo,
comporta una unidad de creación.
«Mutilar un texto poético bajo el pretexto de extraer un
determinado fragmento con el propósito de adecuarlo a los niños es un agravio
cometido tanto contra el texto en cuestión como contra los niños.»35
Poesía folclórica y poesía autoral
El primer contacto de los chicos con la poesía por lo general
se realiza a través de formas poéticas tradicionales, agrupadas bajo el rótulo
de folclore infantil, rimas infantiles o literatura oral de tradición
infantil. Estas manifestaciones poéticas -aunque estrictamente hablando,
en la actualidad pareciera aceptado que también integran el corpus del
folclore infantil algunas manifestaciones no poéticas- son folclóricas en tanto
anónimas y de transmisión oral.36 Se nos presenta como un corpus
con fuerte presencia del afecto, de la comunicación piel a piel.
Está integrado por las nanas o canciones de cuna, pequeños
poemas ligados al juego con las distintas partes del cuerpo, los trabalenguas,
las adivinanzas, las coplas, los cuentos mínimos y cuentos de nunca acabar,
los versos ligados a juegos como las rondas, por ejemplo, y un cúmulo
prácticamente interminable de expresiones tradicionales.
La mamá o el papá que cambian los pañales suelen acompañar con
algunos juegos, simples y rítmicos, que frecuentemente terminan en cosquillas
y francas risas de parte del bebé; el ritmo vuelve con el balanceo que acompaña
a la canción de cuna para llamar al sueño, sea en brazos de los seres queridos
o en un cochecito, moisés o cuna.
Ya vendrá la denominación del mundo con “Tortitas, tortitas
de manteca. . .” y “Qué linda
manita que tengo yo, qué linda manita que Dios me dio”. Y después
seguirá algún juego con un sonsonete que imita el ritmo del trote y del galope
de un caballo:
Este nene se fue a París,
en un caballito gris. . .
Al paso, al trote,
¡al galope! ¡al galope! ¡al galope!
.
Ya se han
abierto las puertas de la literatura: pronto pequeños poemas, a menudo
autorales que se han folclorizado, fragmentos de romances que los adultos dan
por obra completa, se empiezan a escuchar: «La naranja se pasea/de la sala
al comedor...» o «Tengo, tengo, tengo;/ tú no tienes nada;/ tengo tres
ovejas,/ en una cabaña...»
Son los
familiares, pero también las maestras de los jardines maternales, quienes saben
de estos momentos de gran comunicación con los bebés y los niños pequeñitos.
EI área de dispersión de estas especies es
muy variable. En ciertos casos, como el de las adivinanzas, logran traspasar
las fronteras idiomáticas. En otros casos, las especies quedan encapsuladas en
una pequeña región, como es el caso de los cogollos de Cuyo, Argentina. Ahora
bien, por distintas razones concurrentes entre las cuales nunca pueden faltar
las históricas, algunas manifestaciones --tal o cual adivinanza, para seguir
con el ejemplo- alcanzan una gran dispersión, mientras otras permanecen
focalizadas en una zona pequeña.
Dado que este material se transmite oralmente va sufriendo
constantes modificaciones, muchas veces de adecuación al habla del lugar. Así
es posible relevar versiones que difieren mucho o poco entre sí pero,
indefectiblemente, cada emisor cree ser el portador de la correcta y está
convencido de que las otras están mal.
A continuación veremos las distintas especies con ejemplos
tomados de recopilaciones de los distintos países de América Latina. En estos
pocos casos, no obstante haber sido seleccionados evitando las manifestaciones
más difundidas, de todos modos comprobaremos lo dicho precedentemente.
Las canciones de cuna o nanas juegan un papel importante
con los más pequeños: son las formas del arrullo para dormir. Importa en ellas
la suavidad melódica, la media voz, el ritmo monótono -tan importante que, a
veces, se omite el poemita y se reemplaza por un tarareo que conserva la melodía,
logrando los mismos objetivos-; acompañados por el acompasado mecer de la cuna
de los brazos. Muchas canciones de cuna que cantamos en América Latina
muestran, claramente, las influencias ibérica e italiana.
Algunos ejemplos:
Este niño mio
que no tiene cuna,
y las mariposas
ya le han hecho una.
(Chile)
Duérmete, mi nene
que tengo que hacer,
lavarte la ropa,
ponerme a coser.
(Argentina
Romeros de mayo,
pájaros de abril,
arrullen al niño
que se va a dormir.
(México)
Si mi niñita durmiera
le diera un medio y un real,
y si se quedara
dormida
le volviera a quitar.
Aaaa, aaaa, duerme, duerme, niñitá. (Ecuador)
Una especie
también vinculada con los más pequeños son los poemas ligados al juego con
las distintas partes del cuerpo. Lo más frecuente es halIarlos agrupados
según la parte del cuerpo con la que se juega. Así:
Juego de dedos y brazos
Un elefante se balanceaba
sobre la tela
de una araña,
y al ver que
resistía
fue a buscar
a un camarada.
Dos elefantes se balanceaban
sobre la tela de la araña,
y al ver que resistía
fueron a buscar
a un camarada.
Tres elefantes…
(Costa Rica)
Juego con los
dedos de la mano
Éste puso un
huevito, (pulgar)
éste lo cocinó,
(índice)
éste le echó sal, (mayor)
éste lo revolvió, (anular)
y este pícaro se lo comió. (meñique)
¿ Y el tocinito que estaba aquí?(tocando
la mano)
Por acá va el
gato, (subiendo por el brazo)
con su cola
de arrastro,
con su cola
de arrastro,
por acá, por acá va el gato.(haciéndole
cosquillas en el pescuezo)
(Uruguay)
Para jugar con las manos, con movimientos
ondulantes
Nadaban, nadaban,
nadaban los patos;
nadaba, nadaban,
y no se mojaban.
Tímini, tímini, tan.
Tímini, tímini, tímini, tan.
Toquen a tímimi
toquen a tan;
toquen, toquen a San Juan.
(Argentina)
Para jugar a cabalgar
Un cocherito, leré,
me dijo anoche, leré,
que si quería, leré,
pasear en coche, leré.
y yo le dije, leré,
con gran salero, leré,
no quiero coche, leré,
pues me mareo,
leré.
(España)
Los trabalenguas son juegos verbales infantiles que,
apoyándose en similitudes fonéticas, suelen memorizarse para ser repetidos una
y otra vez, cada vez más rápido. Entrañan, por tanto, un desafío: no
equivocarse, es decir que al niño que lo pronuncia no se le trabe la lengua.
Algunos trabalenguas, o destrabalenguas, intentan seguir un hilo narrativo,
otros son un mero juego sonoro.
Ejemplos:
Yo soy dichoso
porque me amas
a mí ‘na más,
con trimba con trimbambá,
con trimba con trimbambé,
y con trimba, con trimbamé,
contrímbame a mí ‘na más.
(Cuba)
Pepe Cuinto
contó de cuentos un ciento,
y un chico dijo contento:
-¡Cuántos cuentos cuenta Cuinto!
(Uruguay)
En la mar está una col,
sembrada en un caracol,
en la col hay una caña,
en la caña hay una araña,
la caña en el caracol.
Caracol, col, araña y caña,
caña, araña, col y caracol.
(Venezuela)
En San Jerónimo de Lima
está una niña ensanjeroliminada,
el maestro que la ensanjeroliminó,
buen ensanjeroliminador es.
(Colombia)
Las adivinanzas
están en prácticamente todos los rincones del globo terráqueo y en una gran
cantidad de lenguas distintas. Se diferencian de los acertijos en que son en
verso, mientras que éstos no.
Como los trabalenguas, las adivinanzas son
juegos verbales, predominantemente de tipo semántico, que se logran a través
de un equilibrio entre los elementos distractores y los orientadores que
contiene.
Veamos algunas:
Trenza de oro,
cabeza de plata;
los dientes blancos
y las barbas canas.
El choclo
(Perú)
Mis dientes son afilados,
mucho brillan con el sol,
me falta la boca,
aunque soy muy comilón.
El serrucho
(Paraguay)
Soy grande, muy grande,
mayor que toda la Tierra ,
cuando vengo, viene el día,
y cuando me voy,
se va.
El sol
(Panamá)
No es de
carne,
ni es de
hueso,
sin embargo
tiene pescuezo.
La botella
(República Dominicana)
¿Cuál es una
cosa,
barriga llena 'e carne todo el día
y de noche está vacía?
El zapato
(Bolivia)
Soy redonda y transparente,
liviana y de mil colores,
de un soplo yo fui creada,
y de un soplo acabaré.
La pompa de
jabón.
(Venezuela)
Otra especie de gran dispersión en América Latina es la copla.
En realidad, se trata de una especie que se define por Ia métrica -cuartetas
octosílabas- que se manifiestan en adivinanzas, en poemas ligados al juego, en
canciones de cuna, en piropos, etcétera. Otras coplas circulan con cierta
autonomía, simplemente como poemas, como sucede con las coplas humorísticas.
Por ejemplo:
El gallo que 'ta saltando,
entr'el buche de la olla,
saca el pescuezo y reclama
que qui'hubo de la cebolla.
(Colombia)
En el campo hay un yuyito,
que lo llaman vuela - vuela.
Si no tenés de qué reírte
andá a reírte'e tu abuela.
(Argentina)
Aquí te traigo niñita
esta ramita de albahaca,
no te la traje más grande
porque me la comió una vaca.
(Honduras)
Cogollo de lima,
ramo de laurel,
queremos buñuelos
con bastante miel.
(México)
Los cuentos
mínimos y cuentos de nunca acabar son versos generalmente rimados
que anuncian la narración de una historia que se interrumpe a través de un
recurso humorístico, o retomando la primera estrofa, como es el caso del más
difundido, El cuento de la buena pipa.
Vayamos a los
ejemplos.
Este es el cuento
de la canasta,
y con esto digo ¡basta!
(Argentina)
Un español y un inglés,
una noche se encontraron;
el inglés se molestó,
¿cree usted que lo mató?
¡No!... Oiga bien lo que pasó:
Un español y un inglés un día….
(Puerto Rico)
Bartolo tenía una flauta,
con un agujerito solo,
y su madre le decía:
toca la flauta Bar. . .
. . . tolo tenía una flauta,
(España)
-¿Querí que te cuente el cuento del gallo pelao?
- ¡Sí, quiero!
- Entonces, ¡pásate pa' est' otro lao!
(Chile)
Un conjunto variopinto lo constituyen los versos ligados a
juegos, entre los que sobresalen las rondas, aunque no son los únicos
juegos que se apoyan en cantinelas. En este grupo, por ejemplo, están los
versos para contar cuando juegan a las escondidas, para saltar a la soga o al
elástico, para juegos específicos, como El
huevo podrido o Pisa pisuela, los
versos para echar suertes o rimas de sorteo, etcétera.
A Pepito, el verdulero,
muerto lo llevan en un sombrero;
el sombrero era de paja,
muerto lo llevan en una caja;
la caja era de cartón,
muerto lo llevan en un cajón;
el cajón era de pino,
no pesaba ni un comino.
A Pepito, el verdulero,
lo metieron en el agujero.
(Argentina)
El hijo del conde, ¡caramba!
me escribió un papel,
que si yo quería, ¡caramba!
casarme con él.
Yo le contesté, ¡caramba!
en blanco papel,
que hombre sin dinero, ¡caramba!
no trata mujer.
Tanto estuvo el conde, ¡caramba!
tanto quiso hacer,
hasta que mi padre, ¡caramba!
lo llegó a saber.
Me cogió mi padre, ¡caramba!
me llevó al corral,
con la disciplina, ¡caramba!
me quiso acabar.
(Puerto Rico)
(Para contar
hasta doce)
Cure, mecure,
mecá,
Cocho, morocho, millete de pá,
Sire, minire, mindrey,
Tras, cuel mil, vey.
(República Dominicana)
(Para sorteo)
Loro, bilori,
vicenti colori;
lori, virín,
contravirín,
guiso, guisote,
¡afuera chicote!
(Argentina)
(Para sorteo)
Mi mamita mató un gato,
con la punta
del zapato.
La vecina preguntó:
¿cuántas patas tiene el gato?
Uno - dos - tres - cuatro;
Misiri-gato, misiri-gato.
(Ecuador)
La poesía
autoral escrita intencionalmente o no para niños -y en este sentido puede
resultar muy práctica la distinción en la denominación que propone Juan Cervera
cuando llama literatura ganada a la contrapuesta a la literatura creada
para niños 37- se incorpora un poco más tarde, aunque en un primer
momento pueden proponérselas a los chicos poemas autorales que toman formas
tradicionales. Por ejemplo, las nanas de García Lorca o algunos versos de
Antonio Machado.
Y también los
poemas de autor anónimo, ya con manifiestas intenciones narrativas:
Arriba y abajo,
por los callejones,
pasa una ratita
con veinte ratones;
unos sin colita
y otros muy colones;
unos sin orejas
y otros orejones;
unos sin patitas
y otros muy patones;
unos sin ojitos
y otros muy ojones;
unos sin narices
y otros narigones;
unos sin hocico
y otros hocicones.
(Argentina)
La poesía y el niño pequeño
Elsa Bornemann plantea cuatro cualidades de la poesía que
atraen a los más chiquitos: cualidad musical, elemento narrativo, acción y
humor.
No hay duda que la cualidad musical es la más abarcadora y la
que deseamos destacar, dado el nivel escolar que nos ocupa. En efecto, la
sonoridad de un poema es inmediatamente transferida al lenguaje corporal, como
forma de materializar el ritmo y la melodía del verso, como veremos más
adelante.
Haciendo una apretada síntesis, tal vez en exceso, podemos
decir que la mayoría de los chicos, en su crecimiento, atraviesan ciertas
etapas similares, lo que nos permite un intento de esquematización el contacto
de la infancia con lo poético:
1- Etapa musical-motriz
Hasta los dos
años de edad, aproximadamente, la poesía no puede separarse de la música. Las
palabras no tienen un valor semántico sino sonoro. Lo que importa es la melodía
a través de la cual gotean las palabras.
«Es a través de la voz materna como -por primera vez- Ia poesía
nos golpea sutilmente los oídos y corazón a la par, hecha letra y melodía de alguna
canción de cuna que aún estamos muy lejanos de comprender, pero que -no
obstante- nos produce un intenso goce. Toda criatura humana se sume en un
estado de ensoñación placentera al ser mecida al dulce compás de una nana. La
mente del bebé, todavía indiferenciado para la generalidad de los procesos
psíquicos más complejos, es cautivada por los sonidos que desgranan las
palabras cantadas. Música y palabras confluyen confundiéndose y el goce se
produce aún sin apreciación del texto ni de la calidad musical de la misma».38
En síntesis; es como la música para el profano: importa la
emoción que despierta y no las notas que componen la partitura. Creemos que en
el tiempo final de esta etapa, hacia el año y medio, comienza a aparecer una
proyección del significado. A partir de reconocer palabras muy ligadas a su mundo
(mamá, oso, pelota, nene, etc.) el niño proyecta su significación -a veces,
erróneamente- al poema todo. Tomemos un ejemplo: cierta vez se les leyó a un
subgrupo de chicos de dos años un poema que narraba las picardías de un gato.
Tangencialmente aparecía mencionada la mamá gata. A partir de retener esta
palabra hondamente significativa, uno de los chicos lo solicitó nuevamente
lIamándolo «el verso de la mamá».
Finalmente deseamos enfatizar la conexión poema (o canción) -
música movimiento. Como señaláramos precedentemente, hay una necesidad de
transferir al cuerpo el ritmo del poema. Sucede lo mismo en la expresión gráfica
cuando, de pronto, el ruido del crayón o del lápiz sobre la mesa genera un
juego sonoro - plástico - motriz, lo que demuestra que el niño pequeño se
expresa integralmente, de un modo no discriminado, para ir, paulatinamente,
sintiendo que los campos expresivos son separables, lo que, desgraciadamente,
puede derivar en esquematismos formales.
El poema que gusta a los chicos de esta edad es el canto, de
versos octosílabos como máximo, rimado. Ya cerca de los cuatro años aparece
fuertemente el interés por la «poesía para divertirse», como señalan con
justeza algunos autores.39
2. Etapa del nacimiento del significado propiamente dicho. Esta etapa, cuyo comienzo podríamos señalar hacia los 2 /2 años
y medio, se integra a la anterior, la cual, dialécticamente, va siendo
superada paulatinamente. La gran característica es la aparición de un
significado social del poema. Un poema comienza a ser percibido,
paulatinamente, como un significante compuesto por palabras. A tal punto
sucede esto que comienza a operar sobre las mismas: desordena el poema o
la canción, cambia alguna palabra o un conjunto de ellas. Hacia los tres años
el niño juega e intenta reproducir, recrear, el poema. Lo corporal sigue
siendo importante. Hacia el final de esta etapa, a propuesta del adulto, se
divierte con las rondas. Sin embargo, dicha movimiento comienza a cobrar
características rituales y será muy importante la tarea del docente que permita
y facilite la libre expresión corporal.
3.
Etapa del juego
La poesía se
integra, definitivamente, al juego. Aparecen los poemas para seleccionar quién
debe comenzar un juego, cobran espacio las adivinanzas -que no son otra cosa
que uno de los tantos juegos verbales- y los trabalenguas sencillos, etcétera.
Tan ligada está esta etapa a lo lúdico que se valoriza la poesía absurda (nonsense).
Comienza a haber una reflexión sobre las conexiones humorísticas de las
palabras entre sí. Luego, por ampliación, la reflexión se extiende a metáforas
sencillas.
También se interesan por poemas narrativas
o argumentales. En algunos casos, repitiendo lo que parece haber sido el
nacimiento del género -íntimamente ligado a la narrativa, porque, como
señalamos precedentemente, el hombre necesitaba contar cosas de tal manera que
fuera fácil de retener en la memoria (rima y ritmo que facilitan la
recordación}- en algunos casos, decíamos, son poemas - cuentos. Y hacia los
cinco años, ya internalizados los mecanismos de ambos géneros, comienzan
a divertirse con los cuentos mínimos, como vimos más adelante, por lo general,
cuartetas rimadas que preanuncian, algunas veces, una narración aunque no la
concluyen.
Otros ejemplos:
Este
es el cuento del candado,
no
bien empieza ya se ha terminado.
O:
¡Hola,
Manola!
Este
es el cuento
de
la cacerola
que cuando se agacha
se le ve la cola.
¡Hola, Manola!
El problema de la transmisión
La poesía debe instalarse definitivamente en la sala. Siempre
será oportuno el momento para leer un poema breve o para recitar una copla. O
para jugar con rimas, como veremos luego. Pero, a pesar de esta cotidianeidad
que postulamos, entendemos que es preciso introducir el poema dándole la
importancia que se merece sin caer en solemnidades.
En primer lugar, el docente, como frente a cualquier otro tipo
de texto, debe elegir un poema con total conciencia de las razones. Luego, es
preciso leerlo varias veces en voz alta, porque «el carácter oral del lenguaje
nunca desaparece de la poesía, ya que la poesía es por naturaleza y desde sus
orígenes memoria del lenguaje hablado; porque todas los elementos hacen del
discurso poético un discurso cuya naturaleza está constituida por el ritmo,
porque la_ palabras del poema son necesariamente, como decía con tanto acierto
André Spire, masticadas por los órganos de la palabra, porque el lenguaje
poético resuena en todo el cuerpo de quien lo profiere y de quien lo escucha»40.
Tampoco debemos descuidar el modo de lectura. En principio, el
tono de voz debe interpretar el tono del poema, ya sea humorístico, tierno,
etcétera. Respirar adecuadamente (recordar que «el poema es un soplo»), leerlo
dando entidad a cada palabra que lo compone y, por sobre todas las cosas, encontrar
los ritmos del poema y reproducirlos sin afectaciones.
Coincidimos con este autor en la necesidad de demostrar al niño
desde el primer momento, aunque todavía no sepa leer, lo que denominamos espacio
textual del poema; es decir, hacerle descubrir que el poema es algo que ocupa
un cierto lugar con una configuración particular, sea sobre la página, la
pizarra, la pared, etcétera.
Digamos también que un poema no necesita de una síntesis de
presentación, ni de la explicación de ciertos términos difíciles porque
los chicos, generalmente, descubren contextualmente el significado
desconocido, ni por último la charla -las más de las veces retóricas- sobre las
intenciones del autor.
Digámoslo una vez más: más importante que “lo que nos quiere
decir el autor ‘es’ lo que pudo leer el lector” 41 (o, en nuestro
caso, lo que pudo escuchar).
Finalmente deseamos volver al punto de partida.
La lectura de un poema no puede ser sino un momento gozoso al
que hay que predisponerse adecuadamente. Esta es la característica primera y
final.
Ni la memorización para el posterior recitado, ni el
aprendizaje de moralinas sazonadas al gusto de la época, ni el falso poema
didáctico que explica las costumbres de algún pajarito telúrico o la valentía
de algún prócer que jamás pidió ser explicado poéticamente, ni de aquellos
poemas desabridos, plagados de diminutivos y con el clásico verbo en infinitivo
o en pretérito imperfecto al final del verso para facilitar la rima; ninguna de
estas armas antipoéticas pudo, afortunadamente, con la poesía. Eso sí: estas
causas determinaron prejuicios hacia el género en mucha gente. Que es,
precisamente, lo que debemos evitarle a las nuevas generaciones.
NOTAS
31. JEAN, Georges. (1990) Los senderos de la
imaginación infantil. Los cuentos. Los poemas. La realidad. México: FCE, 1990.
32. WALSH, María Elena. (1976) La poesía en la
primera infancia. En: Congreso de OMEP, Buenos Aires.
33. PELEGRÍN,
Ana. (1969) Poesía española para niños. Madrid, Ed. Taurus.
34. RAMOS,
María Cristina. La poesía, una fraternidad necesaria. En: www.mariacristinaramos.com.ar
35. BORNEMANN, Elsa I. (1976). Poesía. Estudio y
antología de la poesía infantil. Buenos Aires: Editorial Latina.
36 SILVEYRA, Carlos J. M. (2001) Canto Rodado. La
literatura oral de los chícos. Buenos Aires: Col. Aula XXI, Santillana.
37 CERVERA, Juan. (1984) Teoría de la Literatura Infantil.
2a edición, Bilbao. Ediciones Mensajero / Universidad.
38 BORNEMANN, Elsa I. (1976), Op.
cit.
39 PERRICONI, Graciela y WISCHÑEVSVY, Amalia.
(1984) La poesía infantil. Estudio preliminar y antologIa, Buenos
Aires, El Ateneo.
40 JEAN, Georges. En: El poder de leer (1978),
Barcelona, Gedisa.
41 JEAN, Georges. (1978). Op, cita.