"Había una vez una palabra
redonda, entera, brillante.
Adentro de la palabra estaba el mundo.
Y en el mundo estábamos nosotros,
diciéndonos palabras."
Graciela Montes
Las palabras de Graciela Montes sirven para comenzar a pensar en la importancia de la narración en la escuela y en el poder de la palabra. La oralidad ha estado presente en la vida del hombre desde el principio de los tiempos. Sería interesante tener la posibilidad de volver atrás en la historia de la humanidad y dejar de darle importancia a lo escrito aunque sea tan solo por un momento y participar juntos en el ámbito de la escuela, de espacios en los que las historias narradas en las voces de los otros cobren un especial protagonismo.
Un texto narrado resulta atractivo para toda aquella persona que lo escucha, implica volver a la época en la que los habitantes de una aldea se reunían a escuchar historias en torno a un fogón o cuando en el siglo XV llegaba a una comarca una juglar que iba narrar alguna historia de algún personaje conocido. Sólo a modo de ejemplo de este poder de la palabra basta citar un relato que nos deja la investigadora María Rosa Lida de Malkiel quien dice que, cuando en una plaza de la modernidad española llegaba un juglar el público comenzaba a hacer silencio y que cuando decía “Agora comenzamos el libro del Arcipreste” todo el mundo dejaba de hablar. La fama de las buenas historias, el poder de las palabras servían en ese momento para que hicieran silencio las personas que están en plena actividad. Hoy más que nunca la palabra debe hacerse presente en el aula a través de la narración, en especial en el Nivel Inicial donde es por medio de la voz del docente que los alumnos ingresaran al mundo de la cultura letrada.
Como señala Pelegrín (1982: 65) “contar cuentos es un acto intenso, de comunicación personal. Invita al recogimiento, a concentrarse, a refugiarse.” En el contexto de la escuela no es un narrador profesional sino el maestro el que le pone su voz a las historias, llevando de esa forma toda una tradición ancestral a la sala. En la educación inicial los maestros deberán leerles y narrarles diariamente a los alumnos para permitirles de esa forma el ingreso al mundo de la cultura letrada.
Pero ¿por qué trabajar con la narración oral en la escuela?
- Para preservar una tradición oral milenaria que continúa viva gracias a la voz de quien narra, en este caso concreto del docente. En esta acción de preservación el docente tiene la función del antiguo arconte, es decir del encargado del tesoro en la antigua Roma que era el encargado de cuidarlos, preservarlo y pasarlo a los otros; el docente, asimilándose a aquél, debe hacer lo mismo con el riquísimo patrimonio cultural heredado y que puede transmitir mediante el uso de la palabra. Este patrimonio inmaterial va cambiando, va mutando, actualizándose todo el tiempo gracias al dinamismo de los que narran.
- Por ser un camino hacia la construcción del lector. En la construcción de un lector todos los medios son válidos y mucho más aquellos que le posibilitan al alumno el trabajo con la materialidad del lenguaje, con el uso estético, con el valor de la palabra narrada. En una época donde existe un culto a la imagen, volver a la palabra prescindiendo de ella es la mejor apuesta que se puede hacer. Como sostiene Pastoriza de Etchebarne, a partir de la narración se crean imágenes propias que son mucho más fuertes que las imágenes que pueden provenir del exterior pues “son producto de la imaginación creadora” (Pastoriza, 1994: 12).
- Porque permite un mayor acercamiento entre los tres elementos que forman un triángulo cuyos vértices con el docente, los niños y los textos literarios. Es gracias a la historia narrada que los niños que aún no leen entrarán en contacto con el gran acervo cultural de la humanidad y los que sí leen que podrán disfrutar de versiones distintas y divertirse.
- Porque posibilita trabajar con la sonoridad del lenguaje por medio de la incorporación de expresiones acústicas como gemidos, suspiros y otros gestos sonoros.
- Permite trabajar con lo dicho pero también con lo significante de lo no dicho, de los silencios. En un mundo donde la inmediatez cobra cada día más importancia, donde la contaminación auditiva es grande, que se le puede dar importancia al silencio y entenderlo como un elemento significante. El escritor Roberto Juarroz (2001) escribió su poema “El silencio que queda entre dos personas”:
“El silencio que queda entre dos palabras
no es el mismo silencio que envuelve una cabeza cuando cae,
ni tampoco el que estampa la presencia del árbol
cuando se apaga el incendio vespertino del viento.
Así como cada voz tiene un timbre y una altura,
cada silencio tiene un registro y una profundidad.
El silencio de un hombre es distinto del silencio de otro
y no es lo mismo callar un nombre que callar otro nombre.
Existe un alfabeto del silencio,
pero no nos han enseñado a deletrearlo.
Sin embargo, la lectura del silencio es la única durable,
tal vez más que el lector.”
De este poema, al ponerlo en relación con el tema del silencio en la narración, lo que resalto es eso que Juarroz señala acerca de que no se ha enseñado a las personas a deletrear el silencio. La alfabetización siempre ha sido a través de las palabras pero – excepto en los casos de recibir alguna sanción o castigo – nunca a través de los silencios, de los que no se dice, de lo que se calla.
- Porque además de escuchar la palabra, en un uso muy distinto al coloquial al que el niño y el adulto está acostumbrado, se ven gestos, movimientos corporales, miradas, posturas, etc. De esta forma quien escucha un texto puede percibir nuevas formas de expresión y acercarse de una manera distinta a lo literario.
- Colaboran, aun sin proponérselo, en el enriquecimiento del patrimonio lingüístico por medio de la escuela de nuevas palabras enmarcadas en los cuentos y leyendas.
- Porque se usa el lenguaje en toda su potencialidad y quien escucha está rente a/ junto a un texto vivo que le permite no solo “vivir” esa historia sino descubrir la diversidad de sentidos posibles, tal como lo señala Gallego (2014). Con los textos narrados sucede lo mismo que con los leídos, las posibilidades de interpretación de los sentidos del texto son diversas y debe ser la escuela el lugar para trabajarlo.
Bajour, Cecilia (2010) “La voz nace del silencio”,
disponible en: http://www.imaginaria.com.ar/2010/07/la-voz-nace-del-silencio/ (búsqueda del 07/11/15).
Gallego, José Luis (2014) “El arte de narrar”,
disponible en: http://fnv.org.ar/wp-content/uploads/2014/11/Narraci%C3%B3n1.pdf (búsqueda del 1/11/15).
Juarroz, Roberto (2001) Poesía vertical. Antología esencial, Buenos Aires: Emecé.
Ortiz, Beatriz y Lillo, Mario (9 Hablar, leer y escribir en el Jardín de
Infantes, Rosario: Homo Sapiens
Pelegrín Ana (1982) La aventura de oír. Cuentos y memoria de tradición oral, Madrid:
Cincel.